Aceptemos incertidumbre como animal de compañía
Hay un axioma que dice que “no hay ley más inmutable que la ley del cambio”. Este juego de palabras habla de una verdad incontestable: todo está sometido a un movimiento continuo incesante, a veces lento y gradual y otras veces súbito y explosivo. Por ello, cualquier intento de detener la rueda de la vida para reducir el estrés de la incertidumbre es absurdo.
Si es más que evidente que no existe ley más inmutable que esta ley, y si la ley de la transitoriedad está más que demostrada por el mero hecho de que todos moriremos algún día, ¿por qué asusta tanto cualquier cambio?, ¿por qué la incertidumbre estresa hasta el más pintado?, ¿por qué lo desconocido acojona tanto? Somos tan necios que no somos capaces de aceptar misterio como animal de compañía, incertidumbre como ingrediente básico del pastel y cambio como dinámica inevitable.
La ley de la impermanencia de todas las cosas es una ley fundamental en filosofías orientales llenas de sabiduría, como son el yoga, el budismo y otras. La ignorancia u olvido de esta ley genera ingentes cantidades de estrés y sufrimiento.
Los controladores que siempre quieren tener todo bajo control, los apegados a las cosas más de la cuenta y los nostálgicos abonados al “cualquier tiempo pasado fue mejor”, nunca comprendieron la esencia de esta ley.
Si aceptamos cambio continuo como ley de referencia, podemos aplicar lubricante a nuestro mecanismo para sobrellevar lo mejor posible las inevitables consecuencias de la transitoriedad. Este lubricante no es otro que la flexibilidad y la adaptabilidad. Ya lo dice la biología: “el organismo más adaptable es el que mejor sobrevive”. Ya lo dice la psicología y la filosofía: “adáptate a los cambios o lo pasarás muy mal”.
Si aceptas la transitoriedad cuando tengas un episodio de crisis, estrés o ansiedad, podrás decir sin pestañear: “esto también pasará”. Acto seguido, podrás entregarte sin vacilar al afrontamiento del problema, haciendo lo que puedas con los recursos disponibles.
Sufrimos innecesariamente cuando pensamos lo contrario: ¿Y si esto dura toda la vida? ¿Y si me veo sólo ante el peligro? Aterradores pensamientos.
Pues nada dura toda la vida y pocas veces nos vemos solos ante el peligro, salvo que seamos unos torpes sociales de manual, que a veces ocurre.
El individualismo y el estrés
La historia ha demostrado que somos seres sociales, que vivimos mucho mejor si somos cooperativos y velamos por el bien común, que la unión hace la fuerza y que funciona mucho mejor el “todos para uno y el uno para todos” que el “sálvese quien pueda”.
Sabiendo esto, ¿por qué dejamos que las manos negras impongan como modelo un individualismo estéril y aterrador?, ¿por qué somos tan estúpidos como para permitir que los políticos corruptos medren, troceen a la ciudadanía en bandos y nos hagan comulgar con sus putrefactas consignas?, ¿por qué leches somos ciudadanos tan políticamente correctos?
Visto lo visto, es evidente que no sabemos construir una convivencia saludable donde el bien común tenga una jerarquía inequívoca sobre el egoísmo. Menos mal que de vez en cuando aparece en escena una especie de justicia misteriosa que nos lo hace pagar con malas sensaciones y con terribles emociones.
Si sentirse desconectado y fragmentado es el origen del sufrimiento humano y de gran parte del estrés vital que vivimos, es sensato probar lo contrario: conectar con nuestra verdadera naturaleza e ir integrando todo lo que vayamos encontrando a nuestro paso. En Formación Seda Estrés la idea de conectar con nuestra verdadera naturaleza es una pieza esencial del argumentario. Si nos olvidamos de esta cuestión fundamental, la ruta que conduce a la calma no avanzará y podemos quedar atrapados en la niebla de la superficialidad.
Ya sabemos de sobra que la unión hace la fuerza y la desunión debilita. Con mucha dedicación, la humanidad se ha empeñado en cantar al amor una y otra vez, de escribir ríos de tinta sobre el consenso y la concordia. Y luego llegan los sociópatas y rompen la baraja.
Mirando con amplitud de miras las ideas expuestas, podemos concluir que no son nada del otro mundo, nada nuevo bajo el sol. Son ideas sencillas y esenciales que a estas alturas del partido deberían haber calado hondo en la conciencia humana.
¿Qué he enfocado en este artículo bajo la luz de mi linterna? Lo mismo que enfocaría el bueno de Perogrullo: mantén relaciones armónicas con los demás, no te resistas al cambio y acepta que todo termina, tarde o temprano. Como puedes ver, nada que no sepamos ya, nada que se aparte de la razón, la sensatez y el buen juicio.