Si hacemos una recopilación de los remedios ineficaces para reducir el estrés, debemos echar un vistazo a lo que nos metemos para el cuerpo con ansia viva y bastante descontrol. Aquí nos encontraremos ante el vicioso mundo de las adicciones.
Para poner orden en el asunto, voy a separar estas adicciones por categorías. En síntesis, hablaré de sexo, drogas y rock and roll, aunque el rock lo voy a cambiar por la comida y la bebida. Por aquí empezamos.
Primera categoría: tragaldabas y zampabollos.
En esta ruta del exceso vamos a sentarnos a la mesa porque aquí se cometen muchos abusos so pretexto de aligerar tensiones. Y luego pasa lo que pasa: michelines que se desbordan, arterias que se obstruyen por sobredosis de tocino e hígados que echan humo de tanto alcohol. ¿Quién no ha canalizado alguna vez el exceso de tensión hacia la comida con el pretexto de aliviar el estrés? Que levante la mano.
El que sea algo habitual no significa en absoluto que sea adecuado y eficaz. Es más bien todo lo contrario. La comida, sobre todo si es basura y en exceso, es un “controlador anímico” que busca una gratificación rápida, aunque nociva.
Un análisis sensato de la situación nos indica que una buena alimentación es clave fundamental para la salud integral. Por ello, no hay más remedio que aprender hábitos saludables y estrategias inteligentes para equilibrar el sistema, drenar tensiones y regresar a un estado básico de calma y serenidad. Con atracones no se consiguen estos nobles objetivos y, además, nos arruinamos la vida.
Otra cosa es el “homenaje ocasional” porque la situación es propicia o te vienes arriba en una fiesta. Si tus hábitos nutricionales son adecuados, no ocurre nada grave: te pasas un poco y vuelves a la normalidad saludable al día siguiente. Asumes con deportividad la resaca y “pelillos a la mar”.
Segunda categoría: El dopaje salvaje.
Meterse para el cuerpo ingentes cantidades de alcohol, porros, rayas de cocaína o drogas de diseño, legales o ilegales, es otra actividad habitual entre los que buscan reducir el estrés por la vía rápida y rotunda.
Si miramos las estadísticas mundiales, estas adicciones rozan la epidemia y nos dan una clara muestra de la ignorancia y miopía de nuestro tiempo a la hora de lidiar con el estrés.
Cuando caemos en estas conductas adictivas, además de machacar el cuerpo y devorar el cerebro, estamos manifestando algo terrible: “como no sé hacerlo de otras maneras saludables, me quito el exceso de tensión vital con lo que sea”.
A veces son sustancias de origen más o menos conocido, como la planta de marihuana que uno mismo cultiva, la botella de whisky de marca registrada o el champagne francés con glamour.
Otras veces, las más dramáticas, no importa lo venenosa que sea la sustancia que contenga: pegamento, anfetamina, talco, anestésicos, sosa cáustica o estricnina. Da igual. La cuestión es que te pegue un zambombazo en el cerebro que te haga salir de la doliente normalidad.
Si Aristóteles promulgaba el “todo con moderación”, el dopaje salvaje plantea todo lo contrario: “dale duro hasta que el cuerpo aguante”. Y claro está, ni reducimos el estrés por esas vías, ni aguanta el cuerpo tanta tralla. Terrible fracaso de la inteligencia humana.
Tercera categoría: El sexo con morbo y violencia.
Otro clásico de las adicciones para sacar fuera la tensión excesiva es el sexo pervertido. El sexo vivido con cariño y naturalidad es todo lo contrario: una actividad relajante de primer orden.
Si miramos lo que nos cuenta el cine, sobre todo las películas bélicas, vemos cómo antes o después de una contienda los protagonistas recurren al sexo por si mueren o para celebrar que han ganado. Este tipo de sexo guerrero suele tener al morbo y a la violencia como ingredientes principales.
Fuera del campo de batalla, en la intimidad del hogar o en escenarios festivos, también hay mucha basura adulterando el sexo: las manadas de depredadores patrullando por las calles, los poderosos que usan su poder para doblegar voluntades, los machitos que utilizan sus credenciales de posesión por el mero hecho de estar casados, los proxenetas y puteros que por unos miserables euros se creen con derecho a la infamia, los exhibicionistas que muestran sus ridículos penes en las puertas de los colegios, los educadores viciosos violentando a menores de edad o el cine porno dando lecciones de sexualidad grosera.
El sexo es considerado una actividad relajante, siempre que se realice con respeto y sensibilidad. Si le ponemos amor, es sublime. En caso contrario, no relaja en absoluto y puede llegar a ser algo estresante y decepcionante.
Para finalizar y poner un poco de orden en el tema de las posibles soluciones para el estrés, sugiero que no te creas los abusos lingüísticos y los falsos mitos que circulan sobre las conductas adictivas.
Aprende a diferenciar lo útil de lo inútil, lo pequeño de lo grande, lo sensato de lo absurdo. Con esta discriminación afinada, podrás separar el grano de la paja y el placer del dolor.